Los diaguitas, el cacán y el afán evangelizador de los PP. Barzana y Añasco
en el Tucumán, el Gran Chaco, el Alto Perú, el Río de la Plata y Paraguay
La lengua cacana y el afán misionero
De nuestra Redacción
“Deseando con ardor los socios [integrantes] de la Compañía [de Jesús] que los gentiles abrazaran la fe cristiana se dedicaron al estudio de las lenguas habladas por éstos. El P. Bárcena se entregó á esta tarea por espacio de medio año, ayudado por el P. Añasco; y aunque era ya anciano de sesenta años, llegó á conocer las lenguas guaraní, naté, quisoquí, abipónica y quiranguí; compuso en ellas gramáticas, vocabularios, catecismos y sermones; ambos redujeron á preceptos otras del Tucumán, como son la tonocoté, la kaka, la paquí y la quirandí, á fin de que los misioneros pudiesen fácilmente poseerlas. Y para obtener de esta obra mejores resultados, el P. Añasco hizo varias copias de dichos libros, compuestos en su mayor parte por el P. Bárcena, y las divulgó cuanto pudo. Todo lo cual es más de admirar si se tiene en cuenta que tanto uno como otro tenían sus fuerzas muy quebrantadas…” (P. Nicolás del Techo, Historia de la Provincia del Paraguay de la Compañía de Jesús, Cap. XLIII, Libro primero).
“Hablaron los diaguitas la lengua cacana, de la cual muy poco se conoce. El jesuita Alonso de Barzana escribió un “Arte y Vocabulario” de dicha lengua que se perdió. No desesperan…los eruditos que aparezca algún día, supuesto que el padre Añasco, compañero de Barzana, asegura haber hecho de el varias copias” (Historia de la Iglesia en la Argentina, Cayetano Bruno, Ed. Don Bosco, t. I, p. 60).
Los Diaguitas eran las comunidades indígenas que ocuparon el corazón del Noroeste, los Valles y Quebradas. Las primeras crónicas llamaron calchaquíes a los habitantes de esa región, pero éstos eran diaguitas, como los pulares, yocaviles, tafís, hualfines, ingamanas, sanagastas, famatinas, etc.
Estaban aglutinadas alrededor de un elemento común: su lengua. Todas las fuentes coinciden en que la lengua cacá o cacán otorgaba unidad a estos pueblos, que Canals Frau llamaba “cacanos” en lugar de diaguitas (cf. Carlos Martínez Sarasola, Nuestros paisanos, los indios”).
“Según las fuentes el kakán se hablaba en el valle Calchaquí, Catamarca, gran parte de La Rioja, parte de Santiago del Estero (la sierra y el Río Dulce) y norte de San Juan (río Bermejo, Jáchal y Valle Fértil)” (Nar-di). Para Adán Quiroga, cacá o cacán significa montaña, por lo que lengua cacana o montañesa “es lo mismo”.
Su desaparición, dice Quiroga, comenzó con la difusión del quichua impuesto por la dominación incaica en el siglo XV. Sin embargo se siguió hablando. A fines del período hispánico, con el advenimiento de los Borbones, que sucedieron la Casa de Austria, cambiaron muchas cosas, aplicándose criterios centralistas e “ilustrados”, uno de los cuales fue intensificar la enseñanza del castellano descuidando las lenguas vernáculas.
A los misioneros se les presentó el problema de poderse comunicar con fluidez con los diaguitas, por lo que algunos abordaron resueltamente la tarea de dominar el cacán, como San Francisco Solano, el Padre Barzana (autor de su arte y vocabulario), el Padre Añasco y otros.
El cacán misional tuvo señalados cultores. Los PP. Barzana y Añasco compusieron por 1590 preceptos gramaticales y vocabularios, y el primero “escribió doctrina cristiana, catecismo, homilías, sermones, confesionario y plegarias en kakán, pero nunca llegaron a ser publicados”. Otros jesuitas –como los Padres Gaspar y Hernando Monroy, Viana y Romero- “llegaron a componer canciones devotas (los Diaguitas gustaban de los cantares a lo divino en su lengua), catecismo y pláticas en kakán” (Nar-di, o.c.).
Posteriormente no pocos sacerdotes, encomenderos y oficiales demostraron ser expertos en hablar el cacán, como consta en numerosos documentos.
Entre los misioneros jesuitas se destacó el P. Alonso de Barzana, a quien el Gobernador del Tucumán Ramírez de Velasco, queriendo pacificar y evangelizar a los Diaguitas de los Valles Calchaquíes, llevó como capellán y misionero en su entrada a los valles, apuntando a la conversión de “cincuenta mil almas”, cumpliendo un rol muy importante que, además, quedaría plasmado en su gramática de la lengua cacana, tesoro lingüístico hoy perdido...
Era famoso por su facilidad para aprender lenguas indígenas: “Además de la eminente virtud y celo inagotable del padre Barzana, hay que ponderar las muchas lenguas que dominó: (…) llegó a hablar corridamente hasta trece idiomas -algunos de ellos, muy recónditos y raros-, y a escribir artes y vocabularios de varios de ellos” (Bruno). Entre éstas se encuentran la cacana de Santiago del Estero y la de calchaquíes, que eran bien diferentes (ibid.).
Todos los autores coinciden en afirmar lo extremamente difícil de esta lengua: Se la califica de “revesado Idioma” (Lozano, Hist. Comp., T. 1º, p.16), “sobremanera reservada” (id.,p.16), “estrañamente dificil” (id.,p.423)… de la que el P. Barzana afirmó que se trataba de la lengua “mas dificultosa para mí de quantas he aprendido” (id.,p.83); (Nar-di).
El Padre Lozano lo califica de “áspero idioma”, “tan gutural que parece no se instituyó para salir á los labios”, e insiste en que “se forman sus voces en solo el paladar”, caracterizándolo como “muy gutural, que apenas le percibe quien no le mamó con la leche” (Nar-di, ibid.).
Agrega Nardi, del Instituto Nacional de Antropología, que: “Hasta el momento la fuente más importante que explícitamente consigna voces kakanas es el P. Pedro Lozano”. Entre éstas se cuenta “Ahaho”, voz de la que derivan Colalao y Sumalao. También define como cacana la terminación “gasta”: en Salta lo encontramos en Sichagasta, Chuchagasta, Taquigasta, Ampacgasta, etc., y abunda en el resto del NOA.
El citado estudioso admite la existencia de “por lo menos un dialecto septentrional (calchaquí) y otro meridional (diaguita) del kakán”.
Lamentablemente, la invalorable gramática del cacán del P. Barzana, de la que hizo varias copias el P. Añasco, se extravió. Los lingüistas suspiran por encontrarla, como lo expresa Rafael Nardi: “Siempre hemos conservado la ilusión de poder leer alguna vez los inhallables manuscritos del Padre Alonso de Barzana…”
(Algunas obras consultadas: P. Nicolás del Techo, “Historia de la Provincia del Paraguay de la Compañía de Jesús”, Cap. XLIII, Libro primero; Rafael L. J. Nardi, del Instituto Nacional de Antropología, “El Kakán, lengua de los diaguitas”; Historia de la Iglesia en la Argentina, Cayetano Bruno, Ed. Don Bosco, t. I, p. 60; Adán Quiroga, “Calchaquí”; Carlos Martínez Sarasola, “Nuestros paisanos, los indios”, Emecé, ed. 2000, pp. 47 y ss. [obra anti-hispanista]).
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