Cuando los Santos intervienen (II)
En las Sagradas Escrituras tenemos excelentes ejemplos del servicio de los ángeles como mensajeros de Dios para los hombres elegidos para regenerar la humanidad de la malicia y de “los pensamientos de su corazón que se dirigían permanentemente al mal” (dice el Gen. 6,5). Noé halló gracia delante del Creador, como varón justo y perfecto. Le mandó por los ángeles, construir un arca de tres pisos, entrar en ella con su familia y pares de todos los seres vivos para que se conserve la especie sobre la faz de la tierra. Así lo hizo, pero además, mientras construía el arca Noé predicaba el arrepentimiento de los pecados y la enmienda de la vida, mas no le hicieron caso (II Pedro 2,5; Hebr. 11,7; Mat.24, 37). Y vino el diluvio exterminador, y solo quedó Noé con los que llenaban el arca. Dios volvió a decir: “…creced y multiplicaos, y dilataos sobre la tierra, y pobladla”. Una nueva era comenzaba, con un resto, con promesas de nunca más exterminar, si hubiera fidelidad a la Ley de Dios. ¿La hubo?
Siguiendo con las sagradas Escrituras, encontramos que Abrahán fue visitado por ángeles que le anunciaron que su mujer tendría un hijo –aunque Sara era ya mayor. También le dijeron: “El clamor de Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y la gravedad de su pecado ha subido hasta lo sumo.” Y se dirigieron allá. En Sodoma vivía Lot, sobrino de Abraham. Recibió y sirvió a los visitantes en su casa. De pronto, hombres jóvenes y mayores se agolparon en la puerta para conocerlos y servirse de ellos con intenciones de pecado contra la naturaleza. Lot se interpuso tratando de evitar esa abominación. Los ángeles entraron con su brazo a Lot y le advirtieron que Sodoma, Gomorra y tres ciudades mas pequeñas, todas obstinadas y encallecidas en el mal, en especial por el pecado nefando, serían destruidas. Lot y los suyos salieron al amanecer con la advertencia de los ángeles de no mirar para atrás. La mujer de Lot, no obstante, miró con nostalgia aquello que dejaba, y quedó convertida en estatua de sal. La tierra que ocupaban las cinco ciudades destruidas por el fuego caído del cielo fue cubierta por aguas inservibles, y se llamó Mar Muerto.
En el Nuevo Testamento vemos que LA SANTISIMA VIRGEN interviene permanentemente en lo temporal. Por ejemplo en las bodas de Caná, cuando se terminó el vino le pide a su Divino Hijo que alivie el apuro de los dueños de la fiesta, y tuvieron el mejor, con un milagro; no es un simple detalle la excelencia del vino, es importante, porque nos habla de un Dios que no es mezquino ni miserabilista, que da con exquisitez y abundancia. Otra intervención de Nuestra Señora: ante las tribulaciones del Apóstol Santiago que fue enviado a evangelizar la España enmarañada de judíos y paganos, Ella, que todavía vivía, se le apareció sobre un pilar de jaspe animándolo y prometiéndole ayudarlo en Gracias, porque tomaba esa patria bajo su protección. Y la labor de Santiago fue extraordinaria en todo el reino, incluyendo Hispanoamérica. Por eso es venerada como la Virgen del Pilar, Reina de España. Y Nuestra Señora no se contentó quedándose en el viejo continente, cruzó el océano con quienes Ella quiso, y la tenemos en América como propia, con milagros, apariciones y profecías involucrando ampliamente a los habitantes nativos. En Argentina la tenemos como de Itatí, del Valle, de Luján, del Milagro; en Bolivia y Perú como de Copacabana; en Venezuela como del Valle y de Coromoto; en Ecuador como del Buen Suceso y del Quincho; como Las Lajas en Colombia; del poleo en el sur de Chile; de Guadalupe en Méjico; y muchas más!
En cuanto a SAN SANTIAGO, como se popularizó su nombre, que era Tiago, vamos a contar algunos casos. Durante los ocho siglos que duró la dominación y opresión musulmana en España, intervino infinidad de veces. La más famosa fue en la batalla de Clavijo –año 844-, cuando el rey Ramiro de León enfrentó a los moros para librar al pueblo de los graves y deshonrosos tributos que les exigían. Las tropas de Ramiro eran superadas por las de Abderramán. El rey, triste y casi desolado, en un momento de descanso soñó que San Tiago lo animaba y le prometía ayuda y glorioso triunfo. Cuando se reanudó la lucha, invocando al santo salieron los de León con tanto ímpetu y valor, que los moros quedaron desorientados ante un ejército al que ya consideraban vencido, más aún cuando vieron bajar por los aires a un guerrero montado en un caballo blanco, sosteniendo un estandarte con una roja Cruz y una espada que parecía un rayo, y comenzó a capitanear a los cristianos infundiéndoles confianza y fortaleza, y produciendo terror y espanto a los musulmanes, que se retiraron derrotados. Se libraron así de los agraviantes tributos a Mahoma. Desde entonces los guerreros españoles lo invocaban con el grito “Santiago, cierra España”. En América intervino muchas veces. En el Cuzco San Santiago salvó la ciudad de solo doscientos españoles, ante el ataque del Inca Manco Capac que la había rodeado con doscientos mil indios. En el norte argentino tenemos un lindo caso: don Juan Gregorio Bazán, conquistador y gobernante, viajaba con su familia recién llegada de España y algunos acompañantes nativos y españoles. Sufrieron un furioso ataque de indios rebeldes que mataron a casi todos los hombres incluyendo a don Juan Gregorio y a su yerno. Dicen las declaraciones de testigos, que apareció un hombre montado en un caballo “rucio” –como le llamaban al de pelaje blanco- y sin mostrar la cara- acompañó y guió a las desesperadas mujeres, tres niños y un joven negro, hasta encontrarse con un grupo que venía en su busca desde Esteco. “Era el glorioso Santiago” asegura Francisco Congo, el joven negro. Existe en La Rioja una tradición que, tal vez, confirma esa historia, en tierras que pertenecieron a descendientes de esta familia veneran a San Santiago y los promesantes corren detrás de él, cuando lo trasladan de un pueblito a otro.
Pasemos a otras intervenciones notables, ahora de Santos Doctores de la Iglesia que nos dejaron exquisitas enseñanzas para la Civilización Cristiana. SAN AGUSTIN, en su obra la “La Ciudad de Dios”, nos explica claramente algo de lo que hoy se habla mucho, pero no se logra: “La paz –dice- es la tranquilidad del orden”, entendiendo que el orden es la recta disposición de las cosas según su fin. Gobernantes y gobernados tendríamos que prestarle mayor atención a San Agustín. San Luis Rey de Francia, a menudo solía invitar a comer a su amigo SANTO TOMAS DE AQUINO, y hacía anotar por un escribiente las ideas geniales que brotaban de esa mente bendecida. Una de ellas era la siguiente: La intención de cualquier gobernante debe procurar la salud del pueblo que tomó bajo su mando, siendo el bien y la salud de la sociedad: la unidad, que es la paz, sin la cual desaparece la utilidad de la vida social. La paz social -dice- no es materia de consejo para el gobernante, como no es materia de consejo para el médico la salud del enfermo; lo que sí es materia de consejo son los medios para conseguirla. Propone un régimen mixto de gobierno: rodear la monarquía de aristocracia y democracia para evitar el absolutismo tiránico, un régimen modera al otro y todos participan. En primer lugar pone a la monarquía, porque es más útil el gobierno de uno que de muchos. “…todo régimen natural –dice Santo Tomás- obedece a un solo principio, pues entre la multitud de los miembros hay uno que mueve a los demás, es el corazón; y entre las partes del alma hay una facultad que mueve a las demás, es la razón. También las abejas tienen un rey, y en el mundo universo un solo Dios es el autor y gobernador de todo. Todo es muy razonable pues toda multitud deriva de la unidad.” Luego de muchas otras disquisiciones Santo Tomás concluye: “…la multitud es mejor gobernada por uno que por muchos” (Suma Teológica I, 103). Recordemos que San Agustín dice que solo hay paz cuando cada cosa está ordenadamente dispuesta para su fin. Esto complementa lo de Santo Tomás.
SAN BUENAVENTURA fue gran amigo de Santo Tomás y tenían largas y medulosas conversaciones. Cierta vez Tomás le preguntó en qué libros alimentaba su exquisita sabiduría; mirando al Cristo que pendía de la pared le contestó: “de El”. La filosofía de este coloso santo se basa en la afirmación de que es imposible para la razón natural alcanzar la plenitud de la verdad, en el estado de naturaleza caída, sin la gracia de la Fe, sin la revelación. La razón cae en el error cuando se detiene en las fuerzas naturales recusando el llamado de la gracia. Apoyada en la Fe, la razón es capaz de alcanzar la plenitud y el equilibrio; nadie llega a la sabiduría sino por la gracia, donde inciden la acción de Jesucristo, la Virgen María y la Iglesia Católica. La filosofía pagana –dice San Buenaventura- puede alcanzar una cierta verdad y un cierto bien, pero es insuficiente para alcanzar la verdad y el bien en plenitud, que son su fin último, porque no conocen a Jesucristo, ni a la Medianera de todas las Gracias, ni a la Iglesia Católica. Usa una comparación que hace mas clara la idea: la filosofía pagana es como las alas del avestruz: le sirven para correr, pero no para volar. Otra conclusión de este pensador lleno de Gracia, es que no vemos el mundo como un espejo que refleja las perfecciones de Dios, sino que las vemos parcialmente por el pecado de la revolución, que hace que nos consideremos el centro de todo, y eso es una sabiduría carnal, mundana, hasta demoníaca. En cambio cuando percibimos que el mundo es un espejo que refleja a Dios, cuando la BELLEZA de las criaturas, la VERDAD y la BONDAD se manifiestan, percibimos instintivamente a Dios, que es la causa de estos atributos absolutos suyos que El quiso que trasciendan a lo creado.
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