LUCES DORADAS del TUCUMAN

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sábado, julio 25, 2009

Sor Leonor de Santa María Ocampo Dávila - Nota final -

Consagramos nuestra entrada nº 100 de "Luces del Tucumán" a la sañogasteña Isora Ocampo Dávila, monja de clausura y mística en el tradicional Convento de Las Catalinas (Córdoba)



Entorno familiar y político de Isora Ocampo - 7ª nota


Cuando tenía ocho años murió su madre. Sufrió lo indecible. Frente a una imagen de la Inmaculada, le pidió: “yo no tengo madre, ¡sed Vos mi madre!”
Creció bajo la atención de sus hermanos y su padre. Este, por hacerle un bien, a los quince años la mandó a la ciudad con una tía que tenía dos hijas jóvenes; le hicieron la vida imposible, pues no entendían la piedad, la seriedad, la negación al mundanismo, a los bailes, a las modas, a los posibles pretendientes; el sufrimiento moral era constante; sus ansias por la vida recogida crecían y su espíritu se enriquecía con la oración y el sacrificio. Tuvo su primer éxtasis a los quince años, mientras hacía acción de gracias frente a la imagen de la Virgen de la Candelaria, en la celebración solemne del día de Todos los Santos, en la Iglesia Matriz de La Rioja. De allí en más, las manifestaciones sobrenaturales en la vida de Isora fueron constantes.
Por el destierro político de don Amaranto fueron a vivir en San Juan.
Tenía pedido un lugar en el Monasterio de Santa Catalina, en el que, a usanza de la época, se debía pagar una dote bastante elevada para ingresar. Cuando hubo una vacante pidió a sus hermanos de Sañogasta que le dieran el dinero como le habían prometido. Pero -como si Dios quisiera probar hasta lo último las fuerzas de su alma- le respondieron que en ese momento no podían porque “el Chacho no les había dejado nada” -situación que tenía antecedentes en esta casa; “y el hermano que pudo darme más –dice Isora-, muere”. Nunca se opusieron a su ingreso al Monasterio, es que no tenían el dinero.
Para reunir su dote, rezó mucho, y recibió donaciones importantes; también se humilló pidiendo limosnas –lo que disgustó muchísimo a su familia. Cuando reunió la cantidad, viajó a Córdoba desde San Juan. A los 26 años logró el objetivo más importante de su vida: ser monja de clausura. Adoptó el nombre de la fundadora del Monasterio: Sor Leonor de Santa María.
Sufrió y gozó. Dios y la Santísima Virgen la consolaban, le daban fuerzas, la preservaban del pecado, se comunicaban con ella en sueños y locuciones; le daban pequeños gustos, como hacer llegar naranjas al convento cuando ella las deseaba tanto, o proporcionarle -por alguna hermana que se los entregaba sin que ella se los pidiera- los hilos que precisaba para un bordado o un tejido. Las revelaciones fueron increíbles, como mostrarle el Cielo, anticiparle acontecimientos, o hacerle saber que moriría “sin dar tiempo a nada” el día de los Santos Inocentes -el 28 de diciembre del año 1900- para lo que se preparó con inmensa felicidad. Dios obró milagros y prodigó gracias por su intercesión, en vida y después de muerta.
La comunidad dominica de Santa Catalina presentó los antecedentes necesarios para iniciar el proceso de canonización. Los primeros pasos fueron dados y se la declaró “Sierva de Dios”.
Sor Leonor, en su entrega total a Dios, escribió sobre sí misma:
“El dirá con el tiempo, lo que de mí ha de ser.”
Sus “Memorias” nos ayudaron a explicitar: un difícil momento político, hechos históricos escritos por pocos autores, relatos transmitidos de generación en generación, y los valores de unidad, de Fe católica, de conciencia por la responsabilidad de dirigentes, que fueron constantes en esta familia. FIN


Elena Beatriz Brizuela y Doria de Mesquita

Nota:
habiéndose iniciado el proceso de canonización de la Sierva de Dios Sor Leonor de Santa María Ocampo Dávila, es importante que quienes reciban gracias por su intercesión las comuniquen al Monasterio de Santa Catalina de Siena, Obispo Trejo 44, Ciudad de Córdoba. Muchos casos han sido registrados ya de ayudas sobrenaturales obtenidas por su intercesión.