LUCES DORADAS del TUCUMAN

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sábado, julio 04, 2009

"El alma de la hacienda era la Iglesia..."


EL ENTORNO FAMILIAR Y POLITICO DE ISORA OCAMPO DAVILA - 6ª nota
Las “Memorias” de Isora son largas y ricas en anécdotas y detalles que nos dan una idea del espíritu que reinaba en esta familia. Tomamos algunos ejemplos:
Siendo aún pequeña, Isora consagra su casa a la Virgen del Rosario, en presencia de su madre y hermano mayor, en ocasión de la visita de una imagen traída desde Vichigasta, y les pide que le den “mucha limosna”.
La familia rezaba el Rosario todos los días, patrones y servicio reunidos.
Isora sentía una especial inclinación por venerar de rodillas un cuadro que fue de su abuelo, de la Virgen entregando el Rosario a Santo Domingo y Santa Catalina, como que se perfilaba desde muy niña su vocación religiosa, con un llamado especial a la orden Dominica.
Doña Solana era “pura caridad”; “su casa y su despensa estaban siempre abiertas para todo el pueblo y los pobres”; cuando Isora veía que en alguna casa “no tenían ni para comer”, le avisaba, y la mandaba “bien aviada”, con muchas cosas para llevarles; ella era la “repartidora”.
Creció y se formó en un ámbito familiar culto, piadoso y caritativo, lo que contribuyó a afianzar su vocación. Uno de sus hermanos le proporcionaba buenas lecturas, adecuadas a su espiritualidad y a sus sentimientos.
El alma de la hacienda era la Iglesia, erigida por Pedro Nicolás de Brizuela en la primera mitad del siglo XVII; allí se venera a San Sebastián y a la Virgen de la Candelaria. Cuenta Isora que, siendo de cuatro o cinco años, rezaba el Vía Crucis con los del pueblo, cargando la imagen de la Dolorosa, que se la dejaban llevar porque la pedía con lágrimas; y ofrecía al Señor el sacrificio de arrodillarse en las piedras durante el rezo.
Cuando fue mayor, ya monja del Convento de Santa Catalina, en Córdoba, recordaba estas devociones y quiso obsequiar a la Iglesia de su pueblo los catorce cuadros de la Pasión; encargó los elementos necesarios y los armó en su celda, pero sin darse cuenta rompió “un cristal, que se hizo añicos”, y los necesitaba al otro día temprano porque pasaría un hermano suyo que viajaba a Sañogasta. Pidió al Señor que le solucionara el problema y salió a buscar entre las otras monjas algún vidrio que le viniera bien. Pero… no hizo falta: el cristal, milagrosamente estaba sano! Los catorce cuadros, venerados en Cuaresma, se destacan en los viejos muros de la Iglesia de San Sebastián.