La Fe en Salta baja de las montañas - Dios, Patria y Tradición
llegan a Campo Quijano (foto gentileza blog Parroquia de Campo Quijano)
Escribe Agustín Usandivaras
Envía Teresita del Milagro Gutiérrez
LA FE BAJA DE LAS MONTAÑAS
San
Antonio de los Cobres, bellísimo pueblo de la puna salteña, mece sus
sueños a 3.800 metros de altura. Su gente es mansa, de andar cansino, de
manos tendidas y sonreír tibio. Sus rostros son modelados por el
viento, un viento que deja a su paso rastro de silencios. Silencios que
atesoran el recuerdo de los ancestros. Silencios que se expresan en
insospechables gestos.
Veinticuatro
años atrás, en ese retazo de suelo puneño, un grupo de amigos compartía
la mesa comentando una peregrinación corta, de paraje a pueblo, en
tiempos del Milagro. Uno de ellos había peregrinado y los otros
bromeaban sobre el recorrido hasta que un audaz desafió: “caminemos hasta Salta, eso sí que sería caminar. A ver si sos capaz…”
Y así nació, como un desafío, una de las peregrinaciones más impactantes, una muestra de fe tan asombrosa como conmovedora.
En
sus inicios fue un pequeño grupo de caminantes hasta que la tierra se
abrió en multiplico. Hoy, veinticuatro años más tarde, congrega a un
millar de personas que durante cuatro días recorren 160 km para
postrarse ante los Santos Patronos y ofrendarles su sacrificio.
DE LAS NUBES AL VALLE
Cada
once de setiembre, a las cero, las campanas de la pequeña Parroquia
“San Antonio de Padua” danzan alborotadas. En las calles, un movimiento
inusual presagia un hecho venturoso. En la misa, cientos de rostros
anhelantes escuchan con especial unción a Monseñor Dante Bernacki, que
desde el altar imparte bendiciones y entusiasmo. Lo mismo hará luego de
cada caminata diaria, sin siquiera sacudirse el polvo del camino. Con un pastor así, imposible no querer ser parte del rebaño.
Terminada
la Misa , a la una de la mañana, entre lágrimas, cantos, rezos, bocinas
y petardos, los peregrinos parten. Los espera una pesada subida que
emprenden cantando hasta que la respiración se entrecorta y quedan
sumergidos en el silencio, sin detenerse. Muchos llevan en sus brazos
imágenes sagradas y el corazón cargado con el nombre de sus seres
queridos.
Vibrantes
de emoción, los que se quedan, se encomiendan a los peregrinos que
soportarán con estoico valor temperaturas que entumecen el cuerpo y
escarchan líquidos, pero no el alma.
Un
par de horas más tarde, las montañas miran con respeto ese inmenso
cuerpo caminante que se detiene por instantes, a recuperar fuerzas con
un mate aromado con hierbas locales.
Sobre
una camioneta, soberana, la Virgen que traen los mineros desde Mina
Patito. El pequeño grupo camina desde las entrañas mismas de la tierra,
distante 130 km de San Antonio de los Cobres. Ellos recorrerán en total
290 km pidiendo por su fuente de trabajo. Por su procedencia, son
llamados “Los Patitos”. Ellos tienen el privilegio de caminar junto a
Monseñor Bernacki desde la Mina.
DEL PUEBLO DE SALTA, NO APARTES TU AMOR
La
cruz y las imágenes principales encabezan la peregrinación. Las precede
una banda de músicos que con sus repiques anuncia el paso de los
creyentes que cada día caminan alrededor de 40 km , con mínimos
descansos. Al anochecer se detienen y son recibidos con solidario amor
por gente humilde que de rodillas, da la bienvenida a las imágenes.
Luego las saludan con incienso, lágrimas y plegarias.
Cada
llegada, cada partida, son momentos conmovedores. Cada tramo del camino
se ilumina con cantos, rosarios y bendiciones. Así se ahoga el
cansancio y se lo supera. “ La Virgen te lleva” dicen los que llevan varios años peregrinando.
Entre
la multitud que camina hacia la Catedral van policías, gendarmes,
funcionarios, empleados, docentes, mineros, enfermeros, padres, madres,
hijos… gente de todas las edades que se ayudan mutuamente, se
reconfortan, se animan, se hermanan… Benditos sentimientos que dan
unidad a la peregrinación, convirtiéndola en un solo cuerpo.
En
la ruta, los conductores y acompañantes se detienen absortos… caen de
rodillas, lloran ante tamaña muestra de fe. Miran y ven… una humanidad
pura y buena, aquella que todos quisieran no sólo poder ver sino
pertenecer a ella.
Nadie
se aparta, la formación es perfecta. Va protegida por personal de
seguridad que se encarga de mantener el orden, las distancias y regular
el tránsito de los innumerables vehículos que transitan la zona en
cualquiera de las dos direcciones.
Inmensos
camiones que transportan las riquezas de ésa tierra pródiga, son
empequeñecidos por la majestuosidad que ofrecen a la vista los
peregrinos.
Pies
llagados, manos cobrizas, piel intensamente bronceada. Sudor y
lágrimas. Regocijo. Son las consecuencias de la fecunda ofrenda.
Imposible
olvidar las sensaciones que genera descender la cuesta de Tastil a la
luz de la luna, bajo un cielo tapizado por miles de estrellas que
titilan alborozadas ante el rezo del rosario. Señor del Milagro… Cristo
redentor, del pueblo de Salta, no apartes tu amor…
CONMOCION EN EL PORTAL DE LOS ANDES
El
día 13, el tranquilo pueblo de Campo Quijano, conocido como “Portal de
los Andes” es sacudido por una multitud de jóvenes que vivando a María,
la Virgen Madre y a Dios misericordioso, irrumpen por las calles con
gran alboroto.
La
alegría es indescriptible, las lágrimas corren sin freno. La juventud,
divino tesoro, desbordante en cantos y alabanzas, se derrama con la
fuerza del espíritu sacudiendo conciencias. En ellos está la esperanza,
la Patria , el hoy y el mañana.
Después
del singular esfuerzo los caminantes llegan a la Iglesia. Antes ,
cambian el ropaje de las imágenes, para que estén dignamente
presentables, augurando lo que será el último tramo y el más
emocionante: el ingreso a la Ciudad de Salta.
Diariamente
se reza la Novena del Milagro, se recuerda a los que se quedaron, se
agradece la vida, el pan que acercan para compartir hermanos en la fe.
Atrás
quedan las montañas, los grandes y agotantes pedregullos, las filosas
rocas que desgarran ropa y calzado, el rigor del clima, las escasas
horas de sueño, las incomodidades, los 2600 metros de descenso… Todo
está dispuesto para alcanzar la meta.
DIOS, PATRIA Y TRADICION
Y
llega el día. A las dieciséis es la Misa del Peregrino, con ella se
recibe a los caminantes. La alegría es tan inmensa como el esfuerzo.
En
el acceso a la ciudad, una multitud cubre las veredas vivando a los
peregrinos, alcanzándoles una fruta, bebidas, pañuelos, estampitas,
medias o lo que la solidaridad pueda brindar. Las lágrimas corren a
borbotones, los cantos no cesan, lo increíble se hace realidad.
Al
aproximarse a la Catedral , donde cientos de almas se congregan y
absortos visitantes quieren registrar y apoderarse aunque solo sea de un
instante de emoción, los jóvenes honran a sus Santos Patronos con
bailes y música típica. Luego, en el atrio, se recitan coplas, se
agradece y el pastor que condujo al rebaño lo saluda con gran felicidad.
Dentro
del Sagrado recinto ya nada se puede describir. ¿Cómo poner en palabras
lo que se experimenta? Los peregrinos ingresan de rodillas y así llegan
ante los Santos Patronos, cada cual deposita ante Ellos sus
intenciones, sus agradecimientos, sus pedidos. Hombres y mujeres se
funden en intensos abrazos, poblados en lágrimas, agotados pero felices.
Renovados.
El
15 de setiembre los peregrinos caminan juntos por última vez, en la
procesión que sella y corona todo lo vivido. Son un millar de almas que
se suman a los miles de fieles que en un acto único en el mundo
cristiano, renuevan el Pacto de Fidelidad con sus Santos Patronos.
Actos como éste justifican el lema Dios, Patria y Tradición que ostenta Salta. Quizás este relato ayude a comprenderlo.
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