LUCES DORADAS del TUCUMAN

Sitio de intercambio de información sobre la actualidad, historia y cultura argentina e iberoamericana, desde la región del Tucumán (NOA - La Rioja - Córdoba), en la que tuvo especial vigencia la civilización cristiana, orgánica y mariana de la Argentina auténtica. Su Tradición viva se enriquece con el paso del tiempo. Ayúdenos a descubrir y defender nuestra identidad. E-mail: civilizacioncristianaymariana@gmail.com

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Nombre: El Alférez
Ubicación: Noroeste, Argentina

jueves, febrero 12, 2009

Antes y ahora en nuestras tradiciones (II)




Veamos algunos detalles interesantes de las Patronales de algunos pueblos, en las que año tras año hemos participado; las coincidencias son notorias:

En Nonogasta, a mediados de octubre, dos días antes de la fiesta de su Patrono San Vicente Ferrer, al terminar la novena, a las diez de noche, llevan la imagen en procesión desde la Iglesia hasta la casa de la familia propietaria, los Gordillo Dávila, para ser “vestida” para la Misa solemne y la procesión. En el trayecto, en las casas principales han hecho arcos triunfales con gajos de sauce y rosas perfumadas, y una mesa con buenos manteles para que “pose” el Santo unos minutos; una lluvia de pétalos cae sobre la imagen para despedirla. Al llegar a destino, los señores de la familia –descendientes de Nicolás Dávila, el iniciador de la tradición- graves y formales, lo reciben y lo entran a la antigua casona; la multitud de acompañantes desfilan ante el Santo para “tomar gracias”; regresarán al día siguiente para llevarlo otra vez a la Iglesia. La plata genuina de la trompeta del Apocalipsis, símbolo de la proclama aguda y profética de San Vicente, reluce en sus manos, como el Rosario, del mismo metal, símbolo de oración, para la salvación, como lo promete la Virgen en Fátima, en Lourdes, en La Salette!
Desde hace pocos años, acompañan los Patronos de pueblos vecinos, San Buenaventura y San Sebastián. Caminan juntos, con el redoble marcial, ¡ancestral!, de la caja del Santo Mártir de Sañogasta. Linda y significativa tradición!

En Jagüé, al pie de la Cordillera, es llamativo el baile de los “Chinos” en honor de la Virgen de Andacollo, a quién nunca le dan la espalda; dirigidos por el “Chino Mayor” hacen su danza acompasada con los sonidos de una flauta y un tamboril, y van vestidos con vinchas, escapularios y un manto triangular sobre la espalda. Adornan la Iglesia con tapices, alfombras, flores y los mejores manteles, candelabros relucientes y velas encendidas, -“mucha cera” dirían las viejas crónicas. Don Juan Miranda, a mediados del siglo XX inició esta tradición, respetando los más antiguos cánones.

Antinaco, un caserío metido entre los brazos occidentales del Velasco, celebra las más bellas Pascuas. El caserío se ha llenado de gente, familiares y amigos de los dos centenares de pobladores, que vienen para Semana Santa; es famoso el Via Crucis nocturno del viernes, con el Cristo yacente; las estaciones se han preparado en las calles, con arcos de ramas verdes y muchísimas flores, y albahaca que la gente se va llevando. Cuando llegan a la cuarta estación, que recuerda el encuentro de Jesús con su Madre, aparece una procesión de mujeres llevando a la Virgen Dolorosa, con cánticos llorosos y rezos antiquísimos, que se une al cortejo del Cristo. Acostumbran a “velar” al Señor día y noche, con guardias y fusiles, con lumbres encendidas en el patio de la Iglesia. Muy tempranito en la mañana del domingo pascual, pasean en procesión a la Virgen del Rosario bellamente vestida sobre las andas, haciendo “paradas” bajo enormes arcos triunfales llenos de flores, en las cuatro esquinas de la plaza; rezan y cantan. Han preparado “ponche”, una bebida dulce y caliente, con bastante agregado de aguardiente, que reparten después de la procesión.
El sacerdote viene cuando puede, entre sábado y domingo, a dar la Misa de Pascua. Los lugareños atesoran esta tradición.

Sañogasta es un pueblo típico del noroeste argentino donde habitan tres mil almas, entre lomadas, fincas de nogales y viñas, y cercos con perfumes de jazmines, entre aguas de vertientes y trinos de multitud de pájaros.
Los pobladores reviven y disfrutan los meses de enero y febrero. Todo está verde y luminoso; y bullicioso por el andar de las gentes que caminan tres días con la querida imagen de su Patrono San Sebastián, visitando las casas desde el alba hasta la noche, derramando bendiciones y recogiendo las limosnas que ayudarán al sostenimiento de la Iglesia todo el año.
Va anunciando su presencia la enorme “caja del santo”, tocada constantemente por hábiles cajeros promesantes –que cada año se multiplican.
En cada casa, el canto: “...la tierra y plantas esperan, verde será tu favor, ¡misericordia, Señor!”. Y la lluvia suele llegar, invariablemente, como amorosa respuesta a tan sentido ruego.
Luego los nueve días de novena; las campanas centenarias –las mismas que puso don Pedro Nicolás de Brizuela cuando hizo la Iglesia en 1640- resuenan alborozadas con el repique ancestral, diferente a todos, único. Con sonido vibrante anuncian el alba y las doce del mediodía, y a la noche la misa y los rezos..., siempre acompañadas por las bombas que atruenan en el cielo. Contaban los más viejos, que antes eran tiros de fusil, o dinamita.
Algunos preparan ramadas para aprovechar la ocasión y vender las infaltables comidas: humitas, cabritos, empanadas, cazuela; lo típico para los festejos importantes.
¡Y llegan “las fiestas”!; 2 y 3 de febrero, el ápice.
La Iglesia está vestida de lo mejor: muchísimas flores, las más lindas, los manteles con randas antiguas cuidadosamente guardados para estos días, cobertores de pana o seda, alfombras...
Está reluciente en sus andas la Virgen de Copacabana, la Candelaria hermosa que trajera del Alto Perú, con tanto amor, el General Brizuela, el pionero del lugar, a mediados del siglo XVII. Toda blanca y coronada de plata, llevando en sus brazos a su Hijo, que es la “Luz del Mundo”, y su simbólica candela; el dos por la tarde regresa de la procesión rodeada de velas encendidas que se bendicen en su día, la fiesta de la Purificación y la Presentación del Niño Dios en el Templo. Las guardamos todo el año, para encender en caso de tormentas, enfermedades, desgracias o rogativas a la Virgen por otras necesidades; enseña la Iglesia que las velas de la Candelaria tienen gracias especiales (una profecía dice que solo éstas alumbrarán en los tres días de tinieblas que vendrán!)

También está vestido San Sebastián, el Santo Mártir militar, custodiado por un enorme séquito de alférez con bandas atravesadas en el pecho y coloridos estandartes al aire; van dirigidos siempre por su autoridad, el Alférez Mayor –reminiscencias españolas. Muchos de ellos son gallardos jinetes que el 3, día del Santo, al finalizar la Misa solemne de la mañana, montan a caballo luciendo sus mejores aperos para hacer los galopes alrededor de la plaza, venias, vivas y recitados con que homenajean a los Patronos. Son como un ejército que frente a sus generales les dicen: “aquí estamos, dispuestos a luchar por Dios, la religión católica, la patria y el bien de todos”. Participan de estos galopes agrupaciones gauchas locales y otras que vienen de pueblos vecinos.
Ambos Patronos tienen, cada uno en su día, la procesión; recorren juntos las calles del pueblo durante dos largas horas, lentamente; la gente reza y canta, caminando bajo preciosos arcos, gallardetes y carteles de salutación.
Muchos cumplieron sus promesas, otros se casaron, o bautizaron sus hijos, los enfermos y ancianos recibieron la Santa Unción; todos se regocijaron en estas fiestas de Fe, de Sacramentos, de Gracias.

Volvamos atrás. Leamos atentamente y comparemos el antes y el ahora en nuestras tradiciones. Veamos lo perenne. Lo que con matices y coloridos nuevos se perfecciona y guarda la esencia y el perfume de la Fe, que inunda el alma.

Sañogasta, agosto de 2008