LUCES DORADAS del TUCUMAN

Sitio de intercambio de información sobre la actualidad, historia y cultura argentina e iberoamericana, desde la región del Tucumán (NOA - La Rioja - Córdoba), en la que tuvo especial vigencia la civilización cristiana, orgánica y mariana de la Argentina auténtica. Su Tradición viva se enriquece con el paso del tiempo. Ayúdenos a descubrir y defender nuestra identidad. E-mail: civilizacioncristianaymariana@gmail.com

Mi foto
Nombre: El Alférez
Ubicación: Noroeste, Argentina

lunes, agosto 14, 2006

12 de agosto de 1806


200 años de una gesta por la Fe y la Patria que los argentinos ganamos al amparo de la Virgen
En 1806 y 7, Inglaterra invade el Río de la Plata. La fidelidad del pueblo a sus Reyes sometidos por el emperador revolucionario Napoleón, y a su Fe, generará la reacción victoriosa de la Reconquista y la Defensa. Hasta los esclavos negros, según las actas del Cabildo, “derramaron su sangre y perdieron sus vidas en defensa de la Religión, el Rey y la Patria” (Bruno, ibid., p. 113/14).
Los argentinos empuñan las armas para defender las libertades y sobre todo la Fe en peligro y se confían a la Virgen del Rosario, de la Reconquista y Defensa. La reacción vigorosa y espontánea tiene tintes de cruzada religiosa, como si hubiésemos nacido para la defensa heroica de la Fe.
Algunos pormenores reflejan claramente el carácter de cruzada que afirman autores como el P. Cayetano Bruno:
· la decepción de nuestros guerreros en la I Invasión al ver que los ingleses se han apoderado de la plaza; el aire se llena de sonidos extraños cuando rompen sus armas en señal de inconformidad, gritando “¡traición! ¡traición!”
· el avance de las fuerzas de Olavarría y Pueyrredón, que tendrán su bautismo de fuego en las chacras de Perdriel, enarbolando el Estandarte del Rey y de la Virgen de Luján;
· el voto que, indignado ante la suspensión de los acostumbrados honores públicos al Ssmo. Sacramento dispuesta por el Obispo de Buenos Aires, por temor a las ofensas de los herejes, hace Santiago de Liniers a la Virgen del Rosario, de lanzarse a su amparo a la aventura de la Reconquista, consagrándole anticipadamente las banderas que espera conquistar al enemigo;
· la numerosa tropa de hombres, mujeres y niños que rodean a nuestras fuerzas en su avance reconquistador, que hacen tambalear el ánimo valiente de Beresford;
· el escapulario que muchos visten, que asume características de distintivo de alto simbolismo mariano, que hace decir al mismo Beresford que quisiera encontrarse cara a cara “con los del escapulario”;
· una mujer conocida como la Tucumanesa será nombrada subteniente por el Rey en premio a haber eliminado en la pelea a un soldado inglés y capturado su fusil;
· niños de 10 años para arriba prestan servicios fundamentales: rompen sus ponchos para fabricar tacos para los cañones, hacen de espías, disparan un cañón cuando el artillero cae herido y gritan a pulmones llenos “¡viva España, viva España!”;
· jóvenes de 15 años , después del combate, informan a Liniers de sus hechos de armas y le piden conformar la compañía de Jóvenes de la Reconquista de esta capital, lo que es aceptado;
· la lucha sin cuartel que se entabla desde las casas de familia, convertidas en baluartes ofensivos y defensivos;
· los sermones que, revirtiendo cierta tendencia acomodaticia del clero regular, que con honrosas excepciones había sido en un principio excesivamente complaciente, predican la legitimidad de la guerra y prometen el socorro de la Virgen;
· el reconocimiento público manifestado en incontables documentos, sermones, coplas y la altamente significativa donación de las banderas a la Virgen del Rosario de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires. Palabras más o menos parafrasean al Senado de Venecia después de Lepanto: “non armas, non virtus, non duces, sed Maria Virgo victores nos fecit”: “ni las armas, ni la fuerza, ni los comandantes, sino la Virgen María es quien nos hizo victoriosos”.
En la II Invasión, el carácter de guerra por la Fe, el Rey y la Patria se acentúa.
En Córdoba, el Cabildo pide al Prior de Santo Domingo que se realice la “solemne procesión con la milagrosa imagen (de N.S. del Rosario del Milagro) ...para alcanzar victoria contra los enemigos del Estado y nuestra Religión” (Bruno, ibid., p. 99).
Al conocerse la caída de Montevideo, el 6 de febrero de 1807, la multitud se enardece en Buenos Aires “clamando y diciendo a voces que todos querían ir a reconquistar la plaza de Montevideo, y (que) estaban prontos a derramar toda su sangre para conservar al Rey sus dominios, y que en parte alguna se extinga la religión de Jesucristo que profesaron sus mayores” (ibid., 101). Un emisario inglés queda asombrado ante el espectáculo de “gente que cubría los castillos particulares y el entusiasmo que desplegaban a gritos” (ibid., p. 104).
El hecho simbólico que determina la victoria es la toma de Santo Domingo. El prior niega a los patriotas el acceso a la torre, tal vez por no imaginar que el vacío sería llenado por el enemigo, con pérdida de vidas para los frailes que caerían atravesados por sus bayonetas.
El perjuro Tte. Cnl. Pack cumple el anhelo de los ingleses de recuperar las banderas de la I Invasión entregadas a la Virgen, que expone en la torre de la Iglesia. Desde allí “nos hacían un fuego dominante y cierto”, protegidos por los muros y parapetados de colchones y muebles. Pero “María Santísima dirigía nuestras balas”, dice la Relación de la Defensa (ibid., p. 107). Después de un encarnizado combate, los herejes son derrotados; tan sólo el amparo del prior salva a Pack del furor de los patriotas.
Lo que más electrizó los ánimos –dice el P. Cayetano Bruno- fue la recuperación de las banderas dedicadas a Nuestra Señora del Rosario.
Setenta religiosas catalinas que están rezando por el triunfo de las armas católicas son invadidas por los ingleses “impíos” y se disponen al martirio. Hay profanación del templo y de la clausura, una mano sacrílega despedaza el sagrado rostro de la soberana reina y madre santísima del Rosario, y la efigie del patriarca Santo Domingo es degollada (carta de la madre priora Teresa de la Ssma. Trinidad); pero la Virgen las ampara y un sargento inglés pasa dos días seguidos protegiéndolas de la soldadesca. Finalmente serán liberadas tras recios combates en los que muere el 90 por ciento de los invasores y aliviadas por la solicitud de las nobles figuras del Alcalde Alzaga y del Reconquistador Liniers.
Las calles de Buenos Aires se transformaron en esas jornadas de julio en “sendas de muerte” para el enemigo de la Fe. Como en la invasión napoleónica a España, comenta el P. Bruno, “la superior potencia de los ejércitos invasores se estrella (aquí) y desvanece sin gloria al contacto del alma popular, que lucha por lo más sagrado de su patrimonio” (ibid., p. 113).
El general derrotado, Whitelocke, tratará de justificarse alegando en su país que esperaba “encontrar una gran porción de habitantes preparados a secundar nuestras miras; pero resultó ser un país completamene hostil, en el cual ni por conciliación ni por interés no nos era posible dar con un amigo que nos ayudase, aconsejase ni proporcionase los datos más insignificantes”. El Tte. Cnl. Duff atestiguará que “estaba en medio de una ciudad donde todos eran enemigos, todos armados, desde el hijo de la vieja España hasta el negro esclavo” (ibid., p. 113). Fue, para la mayor potencia naval de la época, la “Reina de los Mares”, según reconoció el fiscal inglés, una “dehonra de las armas británicas” y un “inesperado y sin igual desastre”.
Los sermones, discursos y fiestas públicas certificaron el reconocimiento de que este desastre sin igual de los enemigos de la Fe católica fue obra de María Santísima: “Ella hizo caminar el terror delante de nuestras tropas... tomó a su cuidado la constancia con que debían sostenerse en medio de los peligros...los rodeó de su fuerza y ...puso a su frente al inmortal Reconquistador” (oración del Deán Gregorio Funes; ibid., p. 114).
“Impresionó vivamente", expresó un testigo, “el haberse verificado la victoria el primer domingo del mes de julio, día consagrado a Nuestra Señora del Rosario, a quien estaban votadas las banderas inglesas, que venían los enemigos con ánimo de rescatar...” (ibid., p. 115). El Cabildo dejó constancia de su “humilde y perpetuo reconocimiento a aquella soberana Madre, cuya poderosa mediación fue sin duda el más poderoso agente para su logro”.
En la medida en que el pueblo argentino sea fiel a la Fe católica y se encomiende a María Santísima en las horas de peligro, ningún enemigo interno y ni externo podrá doblegarlo.
Luis Mesquita Errea
Apuntes para "Siglos de Fe en Argentina y América preanuncian un futuro glorioso" , ponencia a ser presentada en las II JORNADAS de CULTURA HISPANOAMERICANA por la CIVILIZACION CRISTIANA - Cabildo histórico de Salta, 8 y 9 de septiembre de 2006