LUCES DORADAS del TUCUMAN

Sitio de intercambio de información sobre la actualidad, historia y cultura argentina e iberoamericana, desde la región del Tucumán (NOA - La Rioja - Córdoba), en la que tuvo especial vigencia la civilización cristiana, orgánica y mariana de la Argentina auténtica. Su Tradición viva se enriquece con el paso del tiempo. Ayúdenos a descubrir y defender nuestra identidad. E-mail: civilizacioncristianaymariana@gmail.com

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lunes, septiembre 05, 2005

De San Sebastián a Londres (1ª parte)


El Congreso de Historia de la Orden Dominicana
Queridos amigos:
Es una alegría conectarse nuevamente con ustedes. Inicio aquí un relato sobre el viaje que emprendimos con motivo del Congreso de Historia de la Orden Dominicana que se llevó a cabo en Tucumán, y para reunirnos luego con nuestros amigos salteños con miras a la organización de las Primeras Jornadas de Cultura Hispanoamericana por la Civilización Cristiana a realizarse en octubre.
El jueves 18 visitamos unos muy apreciados amigos en Monteros y pudimos venerar la Virgen Patrona de esta antigua ciudad (de más de 250 años), que cambió el color del rostro y exudó de él un líquido que "llegó hasta la caja de las limosnas" en el siglo XVIII.
El viernes 19 y sábado 20 estuvimos en el Congreso de Historia de la Orden Dominicana, en la Universidad Santo Tomás de Aquino, de Tucumán.
Para quienes no la conocen, está en el centro de Tucumán, junto a la Iglesia de Santo Domingo, bella Iglesia en que se venera a la Virgen del Rosario, “la milagrosa”, que tiene una historia con todo un perfume de civilización cristiana, de una india que necesitaba ayuda y Nuestra Señora se le apareció. Si alguien la conoce bien, le agradecería que la cuente pues es de los hechos que podemos llamar fundacionales de nuestra nación, que perduran por generaciones, de los que no hablan los manuales ni la “historia oficial”, para los que nuestra historia comienza en mayo de 1810.
La universidad funciona, entiendo, en el claustro colonial de lo que fue el antiguo convento. Las Jornadas contaron con la destacada participación de nuestra amiga y contertulia, la Lic. Sara Amenta. El nivel fue excelente en todo sentido, y la generosidad para con los participantes, sobreabundante: hemos recibido el libro con todas las ponencias, separatas con nuestros trabajos, cd y otros materiales, en unas bolsitas de muy buen gusto, con el escudo de la universidad. Muchísimas gracias, Sara, por todo este esfuerzo y felicitaciones por el gran éxito alcanzado!
Sería espléndido que Sara nos hiciera un comentario más completo y ordenado de la Jornada, como me han pedido algunos amigos en correo privado.
La conferencia final trató de la mística medieval; estuvo a cargo de un fraile y teólogo, y tuvo el gran mérito de coronar las realidades históricas, artísticas, educativas, biográficas, etc., vistas en el Congreso, con otras más elevadas.
Entre los participantes, que hicieron aportes que enriquecieron las disertaciones, estuvo el P. Alberto Saguier Fonrouge y otros dominicos, que estaban de hábito, a diferencia de unas monjas, que tuvieron participación destacada y disertaron, que visten ropas seglares.
Una de las ponencias trató de la obra pictórica de fray Butler y luego hubo una exposición de sus pinturas que fue muy concurrida, organizada por Ignacio G. Zaldívar y su galería Zurbarán, que ha difundido muchas excelencias. El arte de fray Butler tiene varias etapas; transmite cierto sentido de absoluto que me recuerda las obras del (prusiano?) Caspar David Friedrich. Tiene una paleta sobria y sugestiva. Muchas de sus obras son naïf –estilo que, personalmente, no me atrae mucho; otras recuerdan a van Gogh. Sus primeros cuadros transmiten algo de la pintura hispanoamericana virreinal. Lo que más me impactó fue un dibujo, creo que era el único, un autorretrato, de gran fuerza expresiva, ejecutado con mano magistral.
Las reuniones fueron matizadas por alegres comidas en común en el bar de la universidad, donde sirven unas empanadas jugosas, con mucha cebolla de verdeo: la pena es que, siendo bar universitario, no se les puede acompañar con un buen tinto como lo merecían. Otro lugar que visitamos se llama 1812 y evoca en el menú y los manteles impresos la protección de la Virgen Generala en la batalla de Tucumán y otros hechos épicos. Me pareciò un síntoma de que algo en las profundidades del alma argentina se vuelve hacia la tradición y la historia.
El domingo 21 hicimos un paseo espléndido con todo el grupo. Primero fuimos a Lules, a una antigua reducción jesuítica confiada a los dominicos en el siglo XIX. Allí se encuentra un busto del Pe. Boisdron, dominico francés de vasta actuación, muy admirado por las Hermanas.
El ambiente invitaba a soñar, con el fondo azulado de las sierras, la altura y variedad armónica de los árboles frondosos, el verdor de los campos, el enigma de los montes, y las arcadas de las ruinas cubiertas de musgo. Transmitía calma y bienestar. Una de las historiadoras presentes explicó el sistema de las estancias jesuíticas, relacionándolo con el sistema solar. Una de las más importantes que mencionó era la pequeña pero muy productiva de Vipos.
En Lules visitamos una capilla con una historia bastante trágica de un sacerdote que la fundó, hijo de un vice-gobernador, quienes fueron, al parecer, perseguidos por un antiguo protegido, el "Cura Campo" (de apellido del Campo). Historias de sangre y persecuciones, características del siglo XIX, hasta la “pax romana” de los fusiles que exterminaron la Confederación argentina de Cepeda en adelante.
También estuvimos en la quebrada de Lules, con su río de aguas claras que invitaba a sumergirse, con el calorcito tropical de Tucumán. Luego de un almuerzo generosamente servido por vecinos y políticos locales, subimos por una cuesta al cerro San Javier. La vista era bella, pasamos por Raco, donde está el monasterio benedictino en que los viajeros nos aprovisionamos de un pan casero de gran tamaño, empanadillas y otras exquisiteces. Pudimos ver el magnífico Cristo que nos recomendó Justino, dando la bendición sobre el valle; a sus pies está enterrado el escultor Juan C. Iramain.
Contamos con la alegre compañía y valiosas explicaciones del Dr. Rubén Fernández, geólogo, marido de Sara, que conoce cerros y valles como la palma de la mano.
Para terminar, les comento que, cuando fuimos a cumplir con la obligación de rezar por todos los amigos de la lista ante “el Cristo” –que llamamos “de los bosques de Tucumán”-, vimos una escena edificante. Estaban por cerrar la reja del atrio de la Catedral. La custodia, una joven agente de Policía robusta y agraciada, a pesar del traje, se despedía del Cristo, sacándose la gorra, acariciándolo con afecto y veneración, y murmurando una oración. Era un símbolo de nuestro pueblo auténtico.
Otro día cuento algo de Salta.
Un cordial abrazo,
Luis Mesquita



A propósito del nombre
“América”

Por José Carlos CARMINIO CASTAGNO*


En el ilustrativo artículo “¿Un gentilicio que homenajea a Amerike?” –publicado en la edición del lunes 14 de julio de 2003 de esta misma hoja[1]- se sostiene que el nombre de nuestro continente fue impuesto en honor de “el comerciante galés Richard Amerike”, expresándose el siguiente fundamento:

“El nombre de América apareció por primera vez en la Introducción a la Cosmografía del cartógrafo alemán Martín Waldsemüller en 1507, cuatro años después de la muerte de Amerike y cinco antes de la de Vespucio. Aunque Waldsemüller nunca lo dijo, desde entonces hasta hace muy poco se dio por sentado que la “Americi Terram” fue designada así por el viaje del italiano de 1502, cuando verificó que, efectivamente, se trataba de otro continente”.

Al respecto, cabe formular algunas precisiones:

a) La mencionada “Cosmographiae introductio” fue preparada en la Abadía de Saint Dié (Lorena, Francia) para publicarse integrando la versión latina de la “Geografía” de Claudio Tolomeo (100-170)
[2].
b) En dicha obra hay un mapa del cosmógrafo alemán Martín Waldsemüller –o Waltzemüller-, en el que hace mención a la opinión de Vespucio (quien jamás indicaba en sus narraciones quién era el comandante de las expediciones en las que decía haber participado.
c) El que Vespucio relata en su carta a Lorenzo de Médici –publicada en 1503
[3], vertida al latín, en París- es su viaje de 1501 [4], en el cual afirma haber recorrido desde las costas del Brasil hasta casi el estrecho interoceánico y expresa que tales tierras son un “mundus novus” [5].
d) Como es sabido, Américo Vespucio –o Amerigo Vespucci- (1454-1512) fue un comerciante florentino al servicio de los Médici y después marino, primeramente al servicio de España –recorriendo igual ruta que Colón en su tercer viaje-, luego de Portugal (como ya fue referido) y, a partir de 1504, otra vez de la Corona de Castilla –cuya ciudadanía se le concede al año siguiente- donde fue designado Primer Piloto Mayor en la Casa de Contratación de Sevilla (1508).
e) Es de destacar que –a contrario de lo que se afirma en el artículo- Waldsemüller no sólo propuso sino que también fundamentó con amplitud su sugerencia de denominar “América” al nuevo continente, en el capítulo XI de su citada obra. Y lo hizo del siguiente modo:
“Verdaderamente que ahora que estas regiones han sido exploradas más extensamente, y ha sido descubierta por Americus Vesputius otra parte del mundo, como puede verse por las adjuntas cartas, no veo ningún motivo para que no se llame a ésta con justicia Amerigen –es decir tierra de Americu- o América, por su descubridor, hombre de sagaz ingenio, así como Europa y Asia han recibido nombre de mujeres”
[6].
f) Su propuesta fue inmediatamente aceptada en casi todas partes –como lo demuestra un mapamundi publicado en Estrasburgo en 1509, en el cual ya figura el nombre “América”- con excepción de España (que mantuvo, hasta el siglo XVIII, las denominaciones de “Indias Occidentales” o “Indias”).

g) Y ello, a pesar de que Waldsemüller –al enterarse que el descubridor había sido Colón- cambió en 1513 su propuesta por el de “Terra Incógnita” (“tierra desconocida”), que no tuvo éxito.
h) Recientemente, el famoso mapa –que aquí se reproduce- fue subastado por la casa Christie´s de Londres en más de un millón de dólares, cifra que constituye un precio record para los impresos en una sola hoja.
i) En conclusión: la hipótesis sostenida en el mentado artículo constituye una curiosa fantasía, totalmente desmentida por la verdad histórica (como confiamos en haber demostrado).


* Doctor en Derecho y Ciencias Sociales y Profesor de “Historia del Derecho” en la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica Argentina (Subsede Paraná).
[1] "El Diario"- Paraná,Primera sección, pág. 8, y cuyo autor es el periodista Fernando del Corro.
[2] Que se editaría en 1507. Confr. “Manual de Historia de la civilización argentina” (“preparado con los materiales de la Sección Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y con la cooperación de sus miembros: Luis María Torres, Rómulo D. Carbia, Emilio Ravignani y Diego Luis Molinari”); Tomo I; Franzetti y Cía. Editores; Buenos Aires, 1917; “Las exploraciones”; Nº 21; pág. 275 y sigtes.
[3] Idem. Otros autores sostienen que la publicación se efectuó en 1502 o 1504.
[4] Hoy se sabe que no dirigió esta expedición, al servicio de Portugal. Es de hacer notar que, en 1826, el Vizconde de Santarem tachó de falso lo que relata Vespucio de sus viajes.
[5] Dicha carta fue traducida a varios idiomas y la noticia se expandió rápidamente.
[6] Op. cit., pág. 278. No es de extrañar que supusiese que Vespucio era el descubridor, ya que el florentino jamás dio los nombres de los jefes de las expediciones que dijo haber integrado.