LUCES DORADAS del TUCUMAN

Sitio de intercambio de información sobre la actualidad, historia y cultura argentina e iberoamericana, desde la región del Tucumán (NOA - La Rioja - Córdoba), en la que tuvo especial vigencia la civilización cristiana, orgánica y mariana de la Argentina auténtica. Su Tradición viva se enriquece con el paso del tiempo. Ayúdenos a descubrir y defender nuestra identidad. E-mail: civilizacioncristianaymariana@gmail.com

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Ubicación: Noroeste, Argentina

sábado, julio 25, 2009

Sor Leonor de Santa María Ocampo Dávila - Nota final -

Consagramos nuestra entrada nº 100 de "Luces del Tucumán" a la sañogasteña Isora Ocampo Dávila, monja de clausura y mística en el tradicional Convento de Las Catalinas (Córdoba)



Entorno familiar y político de Isora Ocampo - 7ª nota


Cuando tenía ocho años murió su madre. Sufrió lo indecible. Frente a una imagen de la Inmaculada, le pidió: “yo no tengo madre, ¡sed Vos mi madre!”
Creció bajo la atención de sus hermanos y su padre. Este, por hacerle un bien, a los quince años la mandó a la ciudad con una tía que tenía dos hijas jóvenes; le hicieron la vida imposible, pues no entendían la piedad, la seriedad, la negación al mundanismo, a los bailes, a las modas, a los posibles pretendientes; el sufrimiento moral era constante; sus ansias por la vida recogida crecían y su espíritu se enriquecía con la oración y el sacrificio. Tuvo su primer éxtasis a los quince años, mientras hacía acción de gracias frente a la imagen de la Virgen de la Candelaria, en la celebración solemne del día de Todos los Santos, en la Iglesia Matriz de La Rioja. De allí en más, las manifestaciones sobrenaturales en la vida de Isora fueron constantes.
Por el destierro político de don Amaranto fueron a vivir en San Juan.
Tenía pedido un lugar en el Monasterio de Santa Catalina, en el que, a usanza de la época, se debía pagar una dote bastante elevada para ingresar. Cuando hubo una vacante pidió a sus hermanos de Sañogasta que le dieran el dinero como le habían prometido. Pero -como si Dios quisiera probar hasta lo último las fuerzas de su alma- le respondieron que en ese momento no podían porque “el Chacho no les había dejado nada” -situación que tenía antecedentes en esta casa; “y el hermano que pudo darme más –dice Isora-, muere”. Nunca se opusieron a su ingreso al Monasterio, es que no tenían el dinero.
Para reunir su dote, rezó mucho, y recibió donaciones importantes; también se humilló pidiendo limosnas –lo que disgustó muchísimo a su familia. Cuando reunió la cantidad, viajó a Córdoba desde San Juan. A los 26 años logró el objetivo más importante de su vida: ser monja de clausura. Adoptó el nombre de la fundadora del Monasterio: Sor Leonor de Santa María.
Sufrió y gozó. Dios y la Santísima Virgen la consolaban, le daban fuerzas, la preservaban del pecado, se comunicaban con ella en sueños y locuciones; le daban pequeños gustos, como hacer llegar naranjas al convento cuando ella las deseaba tanto, o proporcionarle -por alguna hermana que se los entregaba sin que ella se los pidiera- los hilos que precisaba para un bordado o un tejido. Las revelaciones fueron increíbles, como mostrarle el Cielo, anticiparle acontecimientos, o hacerle saber que moriría “sin dar tiempo a nada” el día de los Santos Inocentes -el 28 de diciembre del año 1900- para lo que se preparó con inmensa felicidad. Dios obró milagros y prodigó gracias por su intercesión, en vida y después de muerta.
La comunidad dominica de Santa Catalina presentó los antecedentes necesarios para iniciar el proceso de canonización. Los primeros pasos fueron dados y se la declaró “Sierva de Dios”.
Sor Leonor, en su entrega total a Dios, escribió sobre sí misma:
“El dirá con el tiempo, lo que de mí ha de ser.”
Sus “Memorias” nos ayudaron a explicitar: un difícil momento político, hechos históricos escritos por pocos autores, relatos transmitidos de generación en generación, y los valores de unidad, de Fe católica, de conciencia por la responsabilidad de dirigentes, que fueron constantes en esta familia. FIN


Elena Beatriz Brizuela y Doria de Mesquita

Nota:
habiéndose iniciado el proceso de canonización de la Sierva de Dios Sor Leonor de Santa María Ocampo Dávila, es importante que quienes reciban gracias por su intercesión las comuniquen al Monasterio de Santa Catalina de Siena, Obispo Trejo 44, Ciudad de Córdoba. Muchos casos han sido registrados ya de ayudas sobrenaturales obtenidas por su intercesión.

sábado, julio 04, 2009

"El alma de la hacienda era la Iglesia..."


EL ENTORNO FAMILIAR Y POLITICO DE ISORA OCAMPO DAVILA - 6ª nota
Las “Memorias” de Isora son largas y ricas en anécdotas y detalles que nos dan una idea del espíritu que reinaba en esta familia. Tomamos algunos ejemplos:
Siendo aún pequeña, Isora consagra su casa a la Virgen del Rosario, en presencia de su madre y hermano mayor, en ocasión de la visita de una imagen traída desde Vichigasta, y les pide que le den “mucha limosna”.
La familia rezaba el Rosario todos los días, patrones y servicio reunidos.
Isora sentía una especial inclinación por venerar de rodillas un cuadro que fue de su abuelo, de la Virgen entregando el Rosario a Santo Domingo y Santa Catalina, como que se perfilaba desde muy niña su vocación religiosa, con un llamado especial a la orden Dominica.
Doña Solana era “pura caridad”; “su casa y su despensa estaban siempre abiertas para todo el pueblo y los pobres”; cuando Isora veía que en alguna casa “no tenían ni para comer”, le avisaba, y la mandaba “bien aviada”, con muchas cosas para llevarles; ella era la “repartidora”.
Creció y se formó en un ámbito familiar culto, piadoso y caritativo, lo que contribuyó a afianzar su vocación. Uno de sus hermanos le proporcionaba buenas lecturas, adecuadas a su espiritualidad y a sus sentimientos.
El alma de la hacienda era la Iglesia, erigida por Pedro Nicolás de Brizuela en la primera mitad del siglo XVII; allí se venera a San Sebastián y a la Virgen de la Candelaria. Cuenta Isora que, siendo de cuatro o cinco años, rezaba el Vía Crucis con los del pueblo, cargando la imagen de la Dolorosa, que se la dejaban llevar porque la pedía con lágrimas; y ofrecía al Señor el sacrificio de arrodillarse en las piedras durante el rezo.
Cuando fue mayor, ya monja del Convento de Santa Catalina, en Córdoba, recordaba estas devociones y quiso obsequiar a la Iglesia de su pueblo los catorce cuadros de la Pasión; encargó los elementos necesarios y los armó en su celda, pero sin darse cuenta rompió “un cristal, que se hizo añicos”, y los necesitaba al otro día temprano porque pasaría un hermano suyo que viajaba a Sañogasta. Pidió al Señor que le solucionara el problema y salió a buscar entre las otras monjas algún vidrio que le viniera bien. Pero… no hizo falta: el cristal, milagrosamente estaba sano! Los catorce cuadros, venerados en Cuaresma, se destacan en los viejos muros de la Iglesia de San Sebastián.